Durante mis más de 30 años de experiencia como estudiante de varias lenguas y algunos menos como enseñante de idiomas han habido dos circunstancias que han obstaculizado enormemente mi apasionado entusiasmo por aprender otras lenguas y poder comunicarme con otros pueblos, entrar en contacto con otras culturas, conocer sus costumbres, compararlas con las mías, e intentar quedarme con lo mejor y desprenderme de lo peor de todas ellas.
Las circunstancias a las que me refiero, no eran exclusivas de mi propia experiencia personal, sino que eran bastante comunes en los tiempos y lugares donde se ha desarrollado mi contacto con las lenguas. Me estoy refiriendo a un enfoque que durante mucho tiempo, y todavía en la actualidad, impregna la enseñanza y aprendizaje de lenguas: el papel predominante de la forma del lenguaje (gramática), y la supeditación de todos los contenidos y materiales a la misma. Sin embargo, como demuestra el ejemplo anterior, el conocimiento de la gramática de una lengua no es factor indispensable para la comunicación.
Si bien, los currículums han incorporado en los últimos años unos objetivos más comunicativos que puramente lingüísticos, la gramática sigue impregnando el enfoque de gran parte de los programas de estudios de diversas lenguas, y éstos siguen el procedimiento de enseñanza denominado (PPP), presentación teórica de los contenidos, práctica controlada por medio de ejercicios diversos, y producción por parte del alumno de lo aprendido en un entorno que, óptimamente, impulse su creatividad tanto dentro, como fuera de clase. Aplicado a la enseñanza de lenguas, este procedimiento se centra en la enseñanza de las estructuras gramaticales y lingüísticas, primero; para ayudar a la posterior producción de un lenguaje gramaticalmente correcto, pero en detrimento de una comunicación más espontánea y creativa.
Está comprobado, que es muy difícil concentrarse en lo que se quiere decir (significado), y al mismo tiempo, en cómo se quiere decir (forma). Los estudiantes no sacarán el máximo provecho de los conocimientos del lenguaje que poseen, si se concentran en utilizar unas formas determinadas; por lo que, a la larga, tendrán menos oportunidades de mejorar su seguridad y fluidez para comunicarse en situaciones reales. (Willis y Willis, 2007).